Esta obra, el trampantojo “La Alacena de Velázquez”, es consecuencia de mi curiosidad, casi gastronómica, surgida de los cuadros de cocina del joven y genial Velázquez.
Velázquez era un chavalito sevillano cuando entró en el taller de la mano de su maestro y futuro suegro Francisco Pacheco. Y ya llevaba en el fondo de su mirada ese filtro realista que le daría celebridad. Posiblemente ya había admirado y estudiado láminas y cuadros del barroco, de la época que le tocaba vivir, Juan de Roelas, Herrera el Viejo, etc.
Pero hay un punto de inflexión, en mi opinión. Y es porque el realismo incipiente en él, y el naturalismo de su formación pictórica en el taller, se entrelazan, como en un cesto. Y así crean la trama sobre la que el genio sevillano empieza a trazar lo que será el realismo más “natural”. Razón por la cual su obra a sido definida como un “perfecto trampantojo”.
Velázquez desde muy chico se coció y sazonó en las cocinas del taller. Moliendo y tamizando los pigmentos, primero para los demás, y luego también para él. Macerando y filtrando las resinas y barnices con las esencias. Y tensando e imprimiendo los linos con gesso, testando largamente de esta manera los materiales que serían la expresión en la extensión de sus dedos.
De este ofició y de la observación casi analítica de los productos frescos de las despensas y los útiles de las cocinas surgió uno de los más maravillosos realismos pictóricos, y el más naturalista.
La alacena de la cocina de Velázquez
Vicente Carducho versus Velázquez
En este lugar de la alacena de Velazquez he colocado, debajo, una cacerola de bronce, un jarrón blanco y una jarra decorada. Todo esto copiado del cuadro “La mulata” (1617, Dublín, National Gallery of Ireland). Y detrás he copiado un capazo con un trapo asomando de su interior del cuadro “Vieja friendo huevos” (1619, Edimburgo, National Gallery of Scotland).
“El aguador de Sevilla” fue la obra que abrió las puertas de palacio a Velázquez. Por suerte el Conde Duque de Olivares supo ver muy pronto el talento y genio de su paisano. Así Velázquez, con tan solo veintiún años, comenzó una carrera que será fundamental en la historia de la pintura.